Transgénicos: el ocaso de
un imperio
La bola
de nieve que nunca parecía detenerse y que venía a arrasar con todo,
paulatinamente se está frenando, o al menos esos son los primeros indicios de
que el modelo basado en transgénicos está en un franco descenso.
Esto lo
certificó un informe de una ONG denominada ISAA (International Service for the
Acquisition of Agribiotech applications), a pesar de ser una organización con
una tendencia a favor de la biotecnología.
Desde que
comenzaron los cultivos transgénicos -hace 20 años- siempre tuvieron
un crecimiento sostenido, excepto en 2015 que –según ISAA- retrocedió en un 1%.
Esta cifra no parece significativa, sin embargo considerando que en los últimos
años en el mundo este tipo de cultivos alcanzó las 2.000 millares de hectáreas,
sí lo es.
Todo
parece indicar que el apogeo de estos paquetes biotecnológicos se terminó y que
la resistencia de millones de personas está teniendo efecto…
Todo
parece indicar que el apogeo de estos paquetes biotecnológicos se terminó y que
la resistencia de millones de personas está teniendo efecto, y no solo eso,
sino que el rechazo de la propia tierra es la que también está provocando
importantes pérdidas a un modelo antinatural.
Las razones del ocaso
Según
ISAA, esta reducción “marginal” es coyuntural y se explicaría por el
hundimiento de ciertas materias primas agrícolas como el maíz (-4% en
superficies) o el algodón (-5%). También esta disminución “es susceptible de
invertirse cuando el nivel de los precios se invierta”.
En
Estados Unidos, líder con el 39% del total mundial, las superficies de cultivos
manipulados genéticamente o transgénicos (OMG) retrocedieron en 2,2
millones de hectáreas, mientras que en Canadá, quinto productor mundial,
también se redujeron en 0,6 millones de hectáreas, según indicó el informe.
La
disminución más fuerte fue en el territorio sudafricano, en este caso en un 23%
debido a las severas sequías.
Sin ir
más lejos, en la provincia de Santa Fe (Argentina) se perdieron millones de
hectáreas de soja a causa de las recientes inundaciones. Aunque nadie desea que
el agua sea una amenaza en vez de un recurso esencial, en este caso la Madre
Tierra se hizo escuchar.
Por otro
lado, el país de Burkina Faso, único de África occidental convertido a la
agricultura biotecnológica desde los años 2000, renunció totalmente al algodón
transgénico, evocando su falta de rentabilidad.
Otro de
los motivos por el que las grandes trasnacionales como Monsanto están retrocediendo sus
inversiones en los países en desarrollo es la “reglamentación costosa, lo que
sigue siendo el principal impedimento para su adopción, según indico el
informe.
También,
por supuesto, aunque el informe no lo mencionó está la resistencia de los
ciudadanos comunes que se niegan a la implementación de las plantas, como el
caso de Malvinas Argentinas, provincia de Córdoba, en donde durante más de dos
años los asambleístas sostuvieron un bloqueo en la planta de Monsanto de dicha localidad en rechazo a
la habilitación de la misma.
No
obstante la resistencia, hay cinco países en desarrollo –Brasil, Argentina,
India, China y Sudáfrica en donde se cultivan casi la mitad (48%) de los OGM
del mundo.
Quizás no
lo vio en los principales medios de comunicación pero la trasnacional Monsanto
no podrá patentar semillas en Argentina –como era su pretensión-
porque no son una invención de la multinacional, sino de la naturaleza.
Un fallo
inédito de de la Sala III de la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Civil y
Comercial Federal –con fecha 26 de noviembre de 2015- detiene la intención de
Monsanto de cobrar canon extra por sus “desarrollos” transgénicos.
“La
molécula de ADN recombinante y las células modificadas no constituyen una
invención (de Monsanto) porque son materia viva y
preexistente en la naturaleza [..]”.
“La
molécula de ADN recombinante y las células modificadas no constituyen una
invención (de Monsanto) porque son materia viva y
preexistente en la naturaleza. Ese material genético tiene la aptitud de
generar una planta completa y los países tienen la facultad de declarar no
patentables a las plantas”, sentenció el dictamen firmado por los jueces
Guillermo Alberto Antelo y Ricardo Gustavo Recondo.
“Es
discutible que pueda patentar todo el material por el sólo hecho de haberlo
modificado; como indiscutible que el autor de una obra literaria no deviene en
propietario del lenguaje empleado en ella por haberla registrado”, fundamentó
la sentencia en su rechazo a Monsanto.
Aunque la
decisión final depende de la Corte Suprema de Justicia, sin duda es un duro
golpe contra las empresas biotecnológicas que pretenden patentar las semillas, cual fuera una invención suya.
Monsanto
obtiene dinero cada vez que vende una semilla. Pero, al intentar patentar,
también quiere cobrar sobre el grano producido (sobre las cosechas) y cada vez
que el mismo se utilice como semilla mientras dure la patente, lo cual está
prohibido por la legislación argentina.
Por tal
motivo la trasnacional solicitó declarar “inconstitucional” el artículo 6 de la
Ley de Patentes (decreto 260/96): “No se considerarán invenciones toda clase de
materia viva y sustancias preexistentes en la naturaleza”.
Afortunadamente,
la sentencia judicial rechazó el pedido de la empresa y confirmó la validez de
la normativa.
Según sus
defensores, esta tecnología tiene como fin aumentar el rendimiento de cultivos,
ayudar a resolver el problema del hambre y mejorar la rentabilidad. Sin
embargo, hay estudios que demuestran que los transgénicos no rinden más que los
cultivos naturales y a su vez tampoco se utilizan principalmente como alimentos
sino que se exportan a otros países para engordar ganado o elaborar
biocombustibles. Además, introducen contaminantes al medio ambiente y nuevos
riesgos para el hombre, los cuales se siguen sumando.
El
interés y razón de ser de cualquier compañía es obtener ganancias, considerando
el lugar donde esta se desempeña, la sociedad y el medio ambiente. Sin embargo,
estas corporaciones pretenden obtener ingresos por las patentes sobre los
transgénicos y a la vez ejercer un control sobre el sistema agro-alimentario
mundial para controlar el insumo fundamental: las semillas.
En
Argentina la mayor parte de la superficie agrícola depende -en alguna medida-
de los transgénicos y los agroquímicos. Sin embargo, decenas de asambleas
ambientales surgieron a lo largo del país para tomar conciencia y resistir a
este modelo productivo.
Ecoportal.net
Worms
Argentina
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